El Quijote y los conspiranoicos
11/05/2025
Voy a empezar dejando sentado que ni soy un Cervantista, ni un entendido en El Quijote, novela de infinitos matices que ha sido analizada por los mejores eruditos durante cuatro siglos, ni nada que se le parezca. Simplemente soy alguien que disfrutó de la lectura de la primera parte de El Quijote, y que está disfrutando de la lectura de la segunda, y todo eso seguramente a una edad en la que ya hace demasiado tiempo que debía tener esos “deberes” hechos.
Pero partiendo de ahí, se me ocurre (como seguro que ya se les ha ocurrido a otros más listos que yo, porque en este mundo es casi imposible ser original ni siquiera en el pensamiento), que de la lectura del Quijote se pueden extraer importantes analogías con la vida actual, con la sociedad del momento. Quizá no tanto de la primera parte, donde Alonso Quijano, Quijana o Quesada o yo qué sé, sólo es un pobre hombre con un problema que se parece mucho a la esquizofrenia paranoide con ataques de psicosis, que ve cosas que no están ahí, como gigantes en lugar de molinos o ejércitos en lugar de ovejas. Bueno, tampoco soy psiquiatra, y estoy convencido de que también ellos han vertido ríos de tinta diagnosticando a nuestro ingenioso hidalgo. No, voy a tomar el ejemplo del Quijote de la segunda parte, porque es interesante que Cervantes dibujara un personaje completamente distinto al de la primera; un Quijote que ve las cosas como realmente son, pero que al no corresponderse esas cosas con su esquema de creencias, retuerce la realidad, buscando explicaciones variopintas, a cual más descabellada, para adaptar lo que ve a la película que tiene formada en su cabeza.
Al principio de esta segunda parte de la novela, Don Quijote, acompañado de su fiel escudero Sancho Panza, se dispone a visitar a la sin par Dulcinea del Toboso en su castillo. El andante caballero (engañado por su escudero en la primera parte, que le dijo que viajó hasta el Toboso y que vio a Dulcinea para entregar la carta de amor del caballero cuando en realidad no fue así) espera encontrar el castillo donde habita la dama, verla en persona y rendirle pleitesía como caballero enamorado. Sancho, que se ve en un brete con el riesgo de que su amo descubra la mentira de cuando fue falso mensajero, engaña de nuevo a Don Quijote para que aguarde fuera del pueblo mientras él busca el castillo y a su dama. Posteriormente aparece diciendo que es la misma Dulcinea la que viene a ver a Don Quijote junto con sus damas, y le señala a tres labradoras que pasan por el camino a lomos de sus mulas. Don Quijote realmente ve labradoras, y ve mulas, pero Sancho le insiste en que son damas y caballos imponentes, por lo que el caballero prefiere no dar crédito a lo que ven sus ojos y pensar que todo forma parte de algún maligno encantamiento que le hurta la visión de su amada.
Y aquí es donde reside el punto de inflexión de toda la novela, que gira alrededor de la mentira de Sancho y de la convicción de Don Quijote de que sus propios ojos le engañan. Muchas de las peripecias posteriores se basan en este momento, o toman este momento como ejemplo para otros engaños, aunque en toda la novela Don Quijote va a ver exactamente la realidad ante sus ojos, por más que se niegue a reconocer tal realidad.
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Creo que, después de lo relatado anteriormente, la analogía que quiero subrayar en el título de esta columna se hace sola, pero la voy a escribir de todas formas. Tengo la convicción de que el problema de este Don Quijote de la segunda parte con la realidad es el mismo que tiene mucha gente hoy en día, y que fue el mismo Cervantes quien, con toda la intención, describió a un soñador, a un creyente o a un conspiranoico; a un individuo (o individua, que para esto de disociarse de la realidad no hay un genero definido, pero dejadme a mí con mi anticuada gramática y mi masculino neutro, aunque sea por costumbre, y perdonadme por ello) incapaz de asumir lo que le dicen sus sentidos, ni siquiera el común, porque no cuadran con el esquema de ideas formado en su cabeza y a partir del cual pivota toda su vida.
Ni siquiera voy a poner ejemplos de lo anterior. Que cada cual haga su propia reflexión por si entrara en esa categoría, o haga al menos memoria por si conociera a alguien que responda a esas características. O si, por casualidad, ha leído en redes o ha visto en televisión a alguien defendiendo la teoría de que nos engañan en nuestra cara, de que nos leen la mente con el 5G o de que están reemplazando a los españoles con gente de fuera. Yo aquí me quedo, leyendo El Quijote tan tranquilo con el permiso de vuesas mercedes.